6 de marzo. Estela se levanta más temprano de lo habitual para no cruzárselo. Seguro que le va a preguntar a dónde va y no tiene ganas de dar explicaciones. Entra la ropa que lavó el día anterior. Se cerciora de que sus hijos tengan todo lo necesario para desayunar, incluso se ve tentada de dejar el desayuno preparado… pero piensa para sí “ya están grandes, pueden hacerlo solos”.
Finalmente sale, apurada, no vaya a ser cosa que se quede sin lugar. Entra al gimnasio. Se siente parte de algo grande: “V Encuentro Provincial de Mujeres por la Equidad”. Estela escucha atentamente el discurso de Don Mario y de tantos otros, las mismas promesas de siempre…
Vuelve a casa. Prepara la comida. Llega su marido… esta vez fue la sal en la comida. La mesa queda ensangrentada. ¡Cuántas veces Estela pidió ayuda a pesar del miedo! Gritos. Piensa en levantarse rápido del piso para que sus hijos no la vean así cuando lleguen del colegio. No puede. Todavía resuenan en su cabeza las palabras de Don Mario, se sonríe y se desea un feliz día de la mujer anticipado.
Finalmente sale, apurada, no vaya a ser cosa que se quede sin lugar. Entra al gimnasio. Se siente parte de algo grande: “V Encuentro Provincial de Mujeres por la Equidad”. Estela escucha atentamente el discurso de Don Mario y de tantos otros, las mismas promesas de siempre…
Vuelve a casa. Prepara la comida. Llega su marido… esta vez fue la sal en la comida. La mesa queda ensangrentada. ¡Cuántas veces Estela pidió ayuda a pesar del miedo! Gritos. Piensa en levantarse rápido del piso para que sus hijos no la vean así cuando lleguen del colegio. No puede. Todavía resuenan en su cabeza las palabras de Don Mario, se sonríe y se desea un feliz día de la mujer anticipado.
Por Ester Primavera